martes, 14 de mayo de 2013

Poemas. Emily Dickinson.



Como casi toda la poesía que me gusta, la obra de Emily Dickinson es difícil de entender. En una primera lectura el impacto es demasiado grande como para prestarle atención a los pequeños detalles, o más bien, que el impacto de los pequeños detalles es tan intenso que impide apreciar la obra en el conjunto.

En lecturas posteriores el paisaje poético de Dickinson se va aclarando, se enriquece con el misterio de su biografía -fue una niña activa y llena de vida hasta los 30 años, cuando se retiró de la sociedad y vivió una vida de ermitaña-, hasta el punto de que intentas leer a Emily, intentas cotillear en su vida  a través de sus poemas. Y así hay algo que no funciona.

Y digo todo esto porque en realidad no sé que escribir sobre la obra Emily Dickinson. Al leerla, la mente se embota de pensamientos claros y puros que al intentar atraparlos en palabras desaparecen y solo queda hablar de lo que habla todo el mundo: su reclusión, su amor por la naturaleza, su misticismo o su obsesión por la muerte. Pero hay algo más que no puede leerse y no sé qué es. Sus silencios, todo lo que no dice. Su parálisis exterior, vital y emocional.



196

No lloramos -Tim y yo,
somos demasiado importantes -
pero cerramos la puerta con llave
para impedir visitas-

luego escondemos nuestras valientes caras
hondamente en nuestras manos -
para no llorar -Tim y yo-
somos demasiado importantes-

Ni a soñar -él y yo-
condescendemos-
sólo cerramos nuestros ojos castaños 
para ver el fin-

Tim -mira las casas-
pero, oh, ¡tan altas!
Luego -temblamos- Tim y yo-
no sea que me ponga a llorar-

Tim -lee un pequeño himno-
y los dos rezamos
¡Por favor, Señor, yo y Tim-
siempre nos perdimos!

Tenemos que morir -en cualquier momento-
los clérigos dicen -
Tim -lo hará- si yo- lo hago-
yo-también-si él-

¿cómo lo arreglaremos-
Tim-era-tan -tímido?
¡simultáneos, llévanos -señor-
yo -tim y yo!


280


Sentí un funeral en mi cerebro,
los deudos iban y venían arrastrándose -
arrastrándose -hasta que pareció que 
el sentido se quebraba totalmente -
una liturgia, como un tambor -
comenzó a batir -a batir -hasta que pensé
que mi mente se volvía muda -
y crujió a través de mi alma
con los mismos botines de plomo, de nuevo,
el espacio -comenzó a repicar,
y existir, sólo una oreja,
y yo, y el silencio, alguna extraña raza
naufragada, solitaria, aquí -
caí, y caí -
y di con un mundo, en cada zambullida,
y terminé sabiendo -entonces -




384

Ningún cepo puede torturarme,
mi alma- en libertad
-detrás de este esqueleto morta
se teje uno de más valor
-No puedes horadar con un serrucho-
ni traspasar con una cimitarra-
dos cuerpos- por lo tanto perdura
-amarra uno- el otro vuela-
El águila de su nido no se despoja
-y gana el cielo más fácilmente que tú-
Excepto tú mismo tal vez nadie 

puede ser tu enemigo
-cautividad es conciencia-y también libertad.




410

La primera noche de aquel día había llegado -
dijo que sus cuerdas estaban rotas -
y agradecida de que algo tan terrible 
fuera tolerado
pedí a mi alma que cantara -su arco -
 en átomos destrozado -
y entonces para componerlo - 
me dio trabajo hasta la otra mañana -
como repetidos ayeres,desplegó su horror en mi cara -
hasta enceguecer mis ojos y a balbucear 
como un idiota -y aunque pasaron años 
desde aquel día -la risita perdura -
de la persona que yo era -y ésta -
que no siente lo mismo -¿podrá ser locura?




510

No era la Muerte, pues yo estaba de pie
Y todos los muertos están acostados,
No era de noche, pues todas las campanas
se agitaban bajo el sol del mediodía.
No había helada, pues en mi piel
Sentí cálidos vientos reptar,
Ni había fuego, pues mis pies de mármol
Podían helar un santuario.
Y, sin embargo, se parecían a todas

Las figuras que yo había visto,
Ordenadas para un entierro
Que rememoraba como el mío.
Como si mi vida fuera recortada

Y calzada en un marco,
Y no pudiera respirar sin una llave
Y era como si fuera medianoche.
Cuando todo lo que late se detiene

Y el espacio mira a su alrededor,
La espeluznante helada, primer otoño que llora,
Repele la apaleada tierra.
Pero todo como el caos,

Interminable, insolente,
Sin esperanza, sin mástil
Ni siquiera un informe de la tierra
Para justificar la desesperación.




670 

No es necesario ser un cuarto 
- para estar embrujado 
-ni una casa -el cerebro tiene corredores 
-que superan los lugares materiales 
-vale más encontrar a la medianoche 
un fantasma visible que afrontar 
en el interior -ese huésped más helado.
Vale más atravesar galopando 

una abadía a pedreada 
-que encontrarse a sí mismo desarmado 
-en un lugar solitario -
Ese uno mismo, detrás de uno mismo oculto 

-debe sobrecogernos más 
-el asesino escondido en nuestro 
apartamento será un menor horror.
El cuerpo -busca un revólver 

-pone cerrojo a la puerta 
-presintiendo un fantasma superior -o más -








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