domingo, 15 de junio de 2014

Erección del labio sobre la página. Leopoldo María Panero.



Cuando Leopoldo escribió esta obra ya era oficialmente el poeta loco: el esquizofrénico. Huyendo del debate sobre dónde esta el límite difuso de la locura y de la difícil adaptación (o inadaptación) a un sistema concreto del loco y sin meternos tampoco a averiguar las razones de la locura de Leopoldo, podemos decir que en el año 2004 el sujeto ciudadano, la personalidad social del poeta hacía tiempo que había dado un paso en falso: su locura se reflejaba sintomáticamente en un discurso incoherente y un físico que generaba rechazo. 

No obstante, parece que el sujeto poético se desarrolló libremente en otra dirección: Leopoldo María Panero, en cuanto a poeta, no era precisamente un poeta loco: no hay ninguna incoherencia sistémica en su obra y por su puesto, tampoco hay fealdad en lo plástico de sus poemas (sino lo contrario más bien). De hecho, sorprende la capacidad rítmica de Panero que como los mejores poetas, al terminar el libro, deja en el lector un recuerdo irracional de una cadencia y una energía. Más allá del contenido digamos semántico de las palabras, que al final es muy simple en su caso: en el encuentro con la nada.


Su expresión poética recuerda al joven, cínico y retórico Panero y contrasta con su voz apagada por las pastillas y el tratamiento contra la esquizofrenía. El poeta no se se volvió loco ni envejeció, en todo caso descubrió algo y lo afrontó; el otro Panero, el social, el ciudadano que debe convivir con los demás y adaptarse a ellos, quizás no pudo soportarlo.

Al leer este libro da la impresión de que el poeta sobrevivía íntegro bajo ese caparazón cascado y desagradable que conocemos todos. Y lo que decía, no hay ninguna incoherencia en el libro, porque no pude haberla para quien se ha entregado a la nada. Pero, por favor, que la locura no sea el argumento para desacreditarle:



La estructura de la lágrima -oh canción para Jacobson-
Oh flor dibujada en la sombra por un animal de rostro incieto
Por un animal que dibujara en la página
No sé si Cristo o el dolor o el anticristo: el suplicio de sí mismo
El temblor de un rostro inmundo arrojado contra la página. 



            qué oscura es la luz, luz de la nada
          que ya a todos envuelve
        luz del hombre hecha nada
      para que, como una espada
    brille sobre el hombre, anunciando su fin,
  y el terrible sacrilegio
de rezar donde ya no está el hombre. 



Oh diente perfecto, contra el diente
boca contra boca y espuma de la noche
contra la noche, contra la noche en que un hombre vaga
hecho de nada y de silencio
como espuma 
feroz de la boca de un idiota, oh noche
más atroz que la noche, en que la noche
se mira temeroso en los ojos de otro sapo
sin ojos. 



Te esperaré hasta el amanecer
y lloraré cuando vengas
de haber llorado
de haber rezado al silencio
 por haber llorado
por despedazarme otra vez
oh violeta pálida del silencio
oh colorido azul de la nada
único asesino, único resplandor 
victoria pálida del silencio pálido
(Carnero lo dijo
                       en un mundo sin nada)










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