miércoles, 17 de septiembre de 2014

El tartufo. El enfermo imaginario. Moliere


Cuando se anuncia la representación de una obra Molière el tópico es afirmar que la crítica que encierra permanece absolutamente vigente en nuestros días. Pero no conviene asegurar algo así tan gratuitamente, ya que todo texto escrito en cualquier época y por cualquier civilización mantiene algo de vigencia y al mismo tiempo se aleja de nuestro punto de vista contemporáneo. Molière no escapa a esta dicotomía tampoco.

La actualidad y el interés de sus argumentos proviene, no de la acción dramática, sino de la caracterización prototípica y por lo tanto idealista de sus personajes: el avaro, el don Juan, el nuevo rico, el aprensivo, el misántropo, la sabihonda, etc. Preconfiguraciones eternas y universales, pero al mismo tiempo simplificadora de la realidad. Aún así seguimos hablando de su vigencia.


                       


En realidad el centro de su crítica se centra (lo que al menos parece ser el vicio humano que más le molestaba) en la hipocresía. Es decir, todo acto social que lleva a una persona a construirse la apariencia (consciente o inconscientemente) por miedo a conocerse a sí mismo.

Así, sus personajes se dividen en tres tipos:


  • Los hipócritas: quienes logran mantener la apariencia hasta el final de la obra, cuando su fachada social se desmoronan y huyen aterrados
  • Los personajes de alma noble, que incapaces de defenderse ante el instinto de conservación de los demás empiezan a ver (si es mujer) su libertad reprimida o (si es hombre) sus deseos frustrados. 
  • Y caracteres intermedios, que conservando la nobleza de su alma conocen el doble juego social criticado por Molière y son los únicos capaces de ayudar a los segundos a desenmascarar a los primeros. 

(También podríamos hablar de un cuarto tipo, aquellos seducidos por los primeros, pero que en el fondo es solo una vuelta de tuerca de la conducta hipócrita tan odiada por el dramaturgo)





 La tensión dramática,  la materialización practica de esta idea abstracta, pasa por "el amor" como elemento de la naturaleza capaz de desvelar la verdad. Más concretamente, el amor verdadero, decía, de "las almas nobles" frente al matrimonio por conveniencia (en el que la mujer es entregada al futuro esposo contra su voluntad) y que desencadena toda la trama.

Durante la obra los protagonistas suelen alegar reivindicaciones sobre su libertad, que más bien parecen un arma de doble filo:

(escogido al azar) Dice irónicamente Angélica (alma noble enamorada de El enfermo imaginario):

Los antiguos, caballero, eran los antiguos, y nosotros somos gentes de ahora. En nuestro siglo no son necesaria ficciones, y cuando un hombre nos arada, las mujeres sabemos ir a él sin que nos obliguen. tened, pues, paciencia. Si me amáis, mis deseos deben ser también vuestros deseos. 

Queda el matrimonio por amor como representación de una libertad (o quizás un terreno ganado) pero ¿con qué aspiraciones va la mujer al matrimonio, entregada al amor, cuando la trama se resuelve? Y es cuando habría que volver a leerlo, ara responder a esta pregunta, pensando bien en esa palabra repetida por por los periodistas, directores y actores: vigencia. 


Cambiando de tema,

Es una leyenda urbana, pero cuentan que en la representación del El enfermo imaginario (que trata sobre un hipocondríaco que pretende obligar a su hija a casarse con un medico para así tener asistencia médica gratuita) Molière hizo de protagonista cuando esta realmente enfermo: su interpretación era tan perfecta que los espectadores se desternillaban de risa mientras el dramaturgo moría, literalmente, en el escenario.




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