jueves, 23 de octubre de 2014

El coloso de Marusi. Henry Miller

Miller y Durrell tomando un baño en una playa de Corfú.

El mito de la ciudad y la decadencia urbana es solo un espejismo de la gloria de los poetas bohemios, pero se derrumba con el paso del tiempo. En cierto sentido, las mejores novelas del siglo XX son textos que reflejan la frustración de la vida en la ciudad: también los Trópicos y la trilogía de la Crucifixión Rosa... Al principio de El coloso de Marusi Henry Miller cuenta su primer baño en el mar cerca de la casa griega de Lawrence Durrell: su primer baño en más de veinte años desgastando la zuela de su zapato sobre el asfalto de Nueva York y París. 

Algo cambió en Henry Miller cuando llegó a Grecia por primera vez... descubrió el saludable bienestar de la naturaleza y lo más importante, encontró a sus semejantes, un pueblo que representaba el ideal del ser humano de Henry Miller. No tenía motivos para quejarse viviendo en Grecia, por eso este libro de viaje es su primera novela que no trata sobre él, sino de George Katsimbalis, una de las pocas personas que Miller admiró profundamente. Le hace decir: 

Yannopoulos (un poeta griego) es más grande que Walt Whitman y que todos vuestros poetas americanos juntos. Estaba loco, sí, como todos nuestros grandes tipos. Se enamoró de su país... Es algo divertido, ¿eh? Sí, se emborrachó tanto con la lengua griega, la filosofía griega, el cielo griego, las montañas griegas, el mar griego, las islas griegas, incluso con el mundo vegetal griego, que se suicidó. ¿Tienes ustedes escritores capaces de matarse por pura embriaguez de amor? ¿Existen escritores franceses, alemanes o ingleses que sientan hasta ese extremo su país, su raza, su suelo? Sus nombres, dígame sus nombres... Cuando volvamos a Atenas le leeré  trozos de Yannopoulos. Le leeré lo que dice de las rocas, sólo de las rocas. Nunca sabrá lo que es una roca hasta que haya leído lo que de ellas ha escrito Yannopoulos. Habla de las rocas durante páginas y páginas y cuando no encuentra rocas sobre las que seguir delirando entonces se las inventa. La gente dice que Yanno poulos estaba chiflado. No estaba chiflado. Estaba loco. Hay una diferencia entre ambas cosas. Su voz era demasiado potente para su cuerpo y le consumió. Era como Ícaro: el sol le fundió las alas...

Miller junto al poeta Katsimbalis, el coloso de Marusi. 

Aunque en lo literario el libro desmerece al lado de otras de sus obras supone un punto importante en el viaje hacia la liberación que describe paso a paso en cada uno de sus libros. Por primera vez ante el paisaje y el brillo del sol griego, al descubrir que esos lugares mitológicos sobre cuya idea se funda nuestro modo de vida, son reales, Miller roza o percibe algo que puede ser plenitud, o simplemente bienestar, es decir, que la vida puede ser cómoda, agradable...

Caminando había vencido uno tras otro a todos mis enemigos; pero había pasado junto al mayor de todos sin reconocerlo: era yo mismo. En el mismo instante en que penetré en este mundo de silencio, bañado ahora por una luz de mármol, pisé al fin ese lugar, ese centro muerto, donde el más ligero murmullo asciende como un alegre pájaro y va a perderse más allá de la baja colina, como la luz de un claro día huye ante el negro terciopelo de la noche. Balboa, de pié sobre la cumbre del Darién, no debió conocer maravilla más grande que la que yo sentía en ese momento. Acabadas las conquista un océano de paz se extendía ante mí. Ser libre, como supe entonces que lo era, es reconocer la vanidad de toda conquista, incluso la del yo, que es el último acto de egoismo...

En la isla Hidra. 

Su viaje, en principio programado para  un año, terminó bruscamente con el comienzo de la II Guerra Mundial y Miller se vio obligado a regresar a un lugar que el consideraba la representación del infierno de Dante en la tierra, un lugar del que le costó escapar, primero físicamente, después mental y emocionalmente: los Estados Unidos de America.








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