viernes, 26 de diciembre de 2014

Cómico de la lengua. Néstor Sánchez



Néstor Sánchez es ya mi escritor preferido definitivamente.

Y Cómico de la Lengua (su última novela antes de desaparecer en busca de la inmortalidad, literalmente) es la culminación de un camino extremo emprendido a ciegas en los límites del lenguaje y de una visión desmitificadoramente pesimista del mundo contemporáneo. Después de Cómico de la lengua no quedaba mucho más, lo explica el propio Néstor muchos años después cuando un periodista le preguntó que por qué dejó de escribir:  

¿Ya no escribe más? 

“A veces, por las tardes, cuando voy a un bar que está aquí cerca me permito pensar por un momento en la escritura y es evidente que aparece una leve onda de sosiego, es como si me fuera dado encontrar una épica en esta vida monótona que llevo. Es que nunca en mis libros inventé una historia. Todo ha sido en base a mi vida presente o pasada y esto ahora ya no puede ser. Me quedé sin épica”.

Un Rimbaud argentino dignificando (y destruyendo) la narrativa en castellano desde dentro. Un bailarín de tangos profesional que en Cómico de la Lengua ironiza sobre el papel del narrador y del lector, pero al mismo tiempo también pone en duda el proceso en el que ser humano comprende, asimila y fija el mundo (su entorno) en ideas preconcebidas y estancadas, pero nunca sin perder el sentido del ritmo, que si en Córtazar era el swing, en Néstor Sánchez (apasionado de la música) podría asemejarse al bebop, las vanguardias y el free jazz.

Hasta que descubres el truco la novela es casi incomprensible: una nueva vuelta de tuerca al manuscrito encontrado del Quijote, pero no su transcripción, sino la descripción del texto, la descripción del narrador representado en el texto original (emisor y transmisor enfrentados en un juego de perspectivas), lo "inscripto" y el juego del pictograma oculto como un código que esconde una frase extraña, que supone la reflexión final de la novela:

Si me sí o no puede ser o si fue mascara. N(estor)/S(anchez) X(ris)t(o)

Es decir si el reflexivo es Néstor Sánchez aplicado al narrador y entendiendo que esa pregunta se la hizo él mismo en, digamos, la vida real...

Y la cruz, símbolo esotérico que predice su búsqueda futura, no la cruz cristiana sino el símbolo atávico que los cristianos utilizaron para su representación de lo universal en la tierra: el cruce, el punto exacto donde la eternidad se una al tiempo presente.


Literatura en acción:

En todo caso una única frase indistinta que arranque con la palabra lentitud. Lentitud de ninguna manera fragmentaria o discontinua: el anochecer (la caída de al tarde, el crepúsculo) del día quince de octubre unas dos horas despues de haber entrado y de haber atrancado la puerta, a poco más o menos hora y media de haber entreabierto en parte la persina, Nacha Ortiz sin pintura respirable en la cara y con el pelo en dos (cierta precisión motriz indefinible) empieza a desvestirse con una lentitud que por largos momentos tenderá a volverse irritante...



...................................



No hay comentarios:

Publicar un comentario