martes, 9 de diciembre de 2014

Las Quimeras. Gérard de Nerval



Siendo Nerval el mayor representante del romanticismo francés, lo que tiene de romántico le limita y, precisamente, en una extraña percepción de la realidad (que nace es la mística romántica pero que en cierto sentido se opone a la retórica de la exaltación del ego y el sentimiento del romanticismo, siendo casi lo mismo) es donde Nerval encuentra el camino para desarrollar su obra: el conocimiento profundo del tiempo cíclico.

Un tiempo interno que es la memoria y el sueño y que se manifiesta en imágenes y solamente accesibles a través de las palabras: el tiempo mítico o mejor, el tiempo en el que se construyen y se fijan los mitos...


Y los poemas de Las Quimeras, un pequeño poemario de apenas doce sonetos pero universal y macrocósmico en la intecionalidad (digo mal, porque no se orientan en la dirección del universo, sino más bien hacía otro plano, más confuso, de conciencia), que no tratan sobre el tiempo, pero se edifican sobre esta corriente temporal que anuncia lo que luego desarrollará Bergson, Proust y (si se le puede meter en el mismo saco) Borges:

La Treizième revient... C'est encore la primière;
et c'est toujours la seule, -ou c'est le seul moment...

(La Décimotercera regresa... es aún la primera;
y es siempre la única, -o el único momento...)

El descubrimiento de este espacio temporal de la consciencia responde a la búsqueda de una verdad interior: mientras su vida, llamémosla "real" o "física", se descomponía en la locura (que le llevó a suicidarse después de pasear una langosta por la calle como si fuese un caniche) abría las puertas de la consciencia sin poder entrar del todo, no invitado por algo externo a él, sino como el hallazgo entre la memoria, la voluntad poética, etc: el primer movimiento de la conciencia es para Nerval, como también lo será para Proust, la búsqueda del recuerdo, dice Adriana Yánez en Mito y Romanticismo.

No solo el recuerdo, también la escena creada por la imaginación el paisaje de la consciencia y por supuesto, la música (dice en un poema):

¡Hay una melodía por la que yo 
daría todo Rossini, todo Mozart, todo Weber, 
una vieja melodía, lánguida y fúnebre,
con encantos secretos sólo para mí!
Cada vez que llego a escucharla
mi alma rejuvenece doscientos años...
es el reinado de Luis XIII; creo ver extenderse
una verde colina que el poniente dora, 
después un castillo de ladrillo con esquinas de piedra,
con vitrales teñidos de rojos colores, 
rodeado por grandes parques, con un arroyo
mojando sus pies, que fluye entre las flores;
después una dama, en su alta ventana,
rubia de ojos negros, vestida a lo antiguo,
que, posiblemente en otra existencia,
he visto ya... ¡y a la que recuerdo!

Aquí podéis leer los poemas de Las Quimeras... yo os dejo con mis versos preferidos:

Mi frente aún está roja por el beso de la reina;
he soñado con la gruta donde nada la sirena...
y dos veces he cruzado triunfante el Aquerón...

(...) la musa me ha convertido en un hijo de Grecia...

Y el ardor de otrora brilló en sus verdes ojos...

El águila ya ha pasado, el nuevo espíritu me llama,
de nuevo me he puesto para él el vestido de Cibeles...

(...) de vuelvo los dardos en contra del dios vencedor.
Sí, yo soy de aquellos que toma venganza,
él me ha marcado la frente con su irritado labio...

... que siempre de nuevo comienza...

¡Ellos regresarán!, aquellos dioses que siempre lloras,
el tiempo devolverá el orden de los días de otrora;
la tierra se ha estremecido por un soplo profético...

(...) aún dormita bajo el arco de Constantino,
y nada ha perturbado el severo pórtico. 

La tercera regresa... y aún es la primera;
y siempre la única, -o es el único instante.

(...) desde la cuna hasta el féretro,
aquella que amaba aún tiernamente me ama.

He tocado con mi frente la bóveda eterna.

Falta el Dios en el altar donde yo soy la víctima...

(...) donde la nada es la sombra,
una espiral que engulle los mundos y los días.

Enfriándose, grado a grado, el universo languidace...

¿Estás segura de transmitir un hálito inmortal,
entre un mundo que muere y otro que renace?...

y finalmente:

de las fuerzas que posees tu libertad dispone,
pero de todos tus consejos el universo se abstiene...



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9 comentarios:

  1. Estos genios/locos nos hacen disfrutar con sus obras y a veces hasta más con sus biografías.Pero la verdad es que la gran mayoría fueron muy desdichados en su vida. ¿Compensa?¿Hasta que punto lo pueden evitar? Supongo que cada uno será un caso,claro.Luis Manteiga Pousa

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  2. Luis Manteiga Pousa16 de enero de 2023, 14:14

    Me parece que ser un genio puede dar miedo.

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  3. Luis Manteiga Pousa22 de febrero de 2023, 9:43

    Ser un genio pienso que te hace ver más allá de lo que se ve a simple vista, hace que tu cabeza de vueltas incluso aunque no quieras, planteandote cuestiones que la mayoría de la gente no se plantea , que le des vueltas y vueltas a las cosas rompiendo los estereotipos. Desde luego, te quita tranquilidad y te hace vivir en la incertidumbre y en la búsqueda contínua. Y eso puede dar miedo. Ya se dice que la genialidad y la locura pueden estar muy cercanas y ese es otro de los posibles miedos, a enloquecer. Profundizar demasiado puede llevarte al abismo mental incluso, muy a menudo, sin llegar a ninguna parte satisfactoria. Por otra parte, la genialidad también puede ser apasionante,entrar en territorios desconocidos y conseguir grandes logros. Puede tener esa ambivalencia, como de algún modo las drogas. Nerval, quizás un ejemplo.

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  4. Luis Manteiga Pousa22 de febrero de 2023, 14:08

    Nerval atravesó la frontera y entró de lleno en la locura.

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  5. Luis Manteiga Pousa22 de febrero de 2023, 14:48

    Entró de lleno, o en gran parte, claro. Y, por ejemplo, ¿hubo lucidez en su supuesto suicidio?.

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  6. Luis Manteiga Pousa23 de febrero de 2023, 9:16

    ¿Lucidez en el suicidio?. En mayor o menor medida, claro, Suponiendo que fuese un suicidio, que es casi seguro, aunque algunos de sus amigos creo que lo dudaban.

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  7. Matizo mi comentario del 2O2O. Estos genios/locos, en su mayoría, tuvieron unas vidas bastante desdichadas. Pero también vivieron la otra cara de la moneda. Vivieron con gran intensidad, para lo bueno y para lo malo (a menudo mezclados), fluctuando entre los extremos, para el placer y para el dolor (también a menudo mezclados), en esa ambivalencia radical, mucho mayor que la habitual en la mayoría de las personas. Em ese sentido, también hay algo de envidiable en sus vidas.

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