sábado, 31 de enero de 2015

El poeta es un fingidor. Fernando Pessoa


La lengua portuguesa es mi nación. 


A pesar de ser el autor de  algunos versos excelentes, Fernando Pessoa no escribía poemas: inventó poetas. Su obra fue la construcción precisa y milimétrica de una generación de autores que llevarían la lengua portuguesa a la altura de la gran potencia en la que se convertiría Portugal, como esperaba Pessoa y nunca sucedió.

Seguidor (más bien continuador) de la profecía mesiánica de Bandarra sobre el retorno del rey Sebastián I (que regresaría de la muerte para devolver el honor y el poder a Portugal), para Pessoa 'el deseado' no se levantaría de la tumba, sino que regresaría en la figura del supracamoes: el poeta de portugal. Muy probablemente Pessoa pensaba en sí mismo...

Y en cierto sentido lo fue, Pessoa, el poeta de Portugal, aunque realmente su nombre (y su imagen: las gafas, el sombrero y el bigote, y su mirada pensativa y triste) están ligados a la hermosa ciudad donde nació: Lisboa. Pero como decíamos antes, Pessoa no escribió poemas (aunque los escribiese) sino que dio vida a una generación de poetas que escribían sus propias poemas diferentes de los de Pessoa: sus heterónimos (no confundir heterónimo con seudónimo: el segundo término se utiliza para esconder al autor, y el heterónimo es un poeta que nace dentro del autor pero diferente, libre y dotado de autonomía: un amigo invisible).

De hecho las descripciones y biografías eran tan detalladas y la cosmovisión de cada poeta tan completa, que durante un tiempo algunos se pensaron que eran reales... No podemos conocer a Pessoa a través de sus poemas pero sus heterónimos son el reflejo del estado de su consciencia:

Conocida es la historia de la única mujer con la que se le conoce una relación. Mientras se escribía y se citaba con Pessoa, recibía amenazas del poeta Álvaro de Campos (uno de sus heterónimos) y un día el poeta llegó a su casa, tarde, a una cita y ella le llamó por su nombre: Pessoa... y él contestó: soy Álvaro de Campos, deja de perjudicar a Fernando...

La linea divisoria entre lo que el poeta sentía y lo que quería sentir y las contradicciones entre sus heterónimos, a veces claras y evidentes, hace pensar que en realidad cada ser humano es en potencia todo lo que se puede ser, todas las posibilidades, y es nuestra educación y experiencia la que enciende unas velas y apaga otras...


De Fernando Pessoa:

Todas las cosas que hay en el mundo
tienen su historia,
salvo esas ranas en lo profundo
de mi memoria.

Cualquier lugar del mundo tiene
un donde estar,
salvo este charco del que me viene
este croar.

Sobre los juncos la luna se alza
falsa demás,
y al triste charco su luz realza
menos y más.

¿Dónde, en qué vida, fue verdadero
lo que me acuerdo
cuando oigo ranas en un estero
que no recuerdo?

Nada. Entre juncos duerme un mutismo.
Croan ufanas
de un alma antigua que hay en mí mismo,
sin mí, las ranas.


De Alberto Caeiro: 

El Tajo es más bello que el río que corre por mi aldea,
pero el Tajo no es más bello que el río que corre por mi aldea
porque el Tajo no es el río que corre por mi aldea.


El Tajo tiene grandes navíos
y todavía navega en él,
para quienes en todo ven lo que ya no existe,
la memoria de las naos.


El Tajo baja de España
y el Tajo entra en el mar en Portugal.
Todo el mundo lo sabe.
Pero pocos sabes cuál es el río de mi aldea
y para dónde va
y de qué sitio viene.
Y por eso, porque pertenece a menos gente,
es más libre y mayor el río de mi aldea.


Por el Tajo se va al Mundo.
Más allá del Tajo está América
y la fortuna de quienes la encuentran.
Nadie ha pensado nunca en lo que hay más allá
del río de mi aldea.


El río de mi aldea no hace pensar en nada.
Quien se encuentra a su lado, sólo a su lado está.




No basta abrir la ventana
para ver los campos y el río.
No es suficiente no ser ciego
para ver los árboles y las flores.
También es necesario no tener ninguna filosofía.
Con filosofía no hay árboles: sólo hay ideas.
Hay sólo cada uno de nosotros, como un sótano.
Hay sólo una ventana cerrada, y todo el mundo afuera;
y un sueño de lo que se podría ver si la ventana se abriese,
que nunca es lo que se ve cuando se abre la ventana.




De Ricardo Reis

Ven a sentarte conmigo, Lidia
a la orilla del río.
Con sosiego miremos su curso
y aprendamos que la vida pasa,
y no estamos cogidos de la mano.
(Enlacemos las manos.)

Pensemos después, niños adultos,
que la vida pasa y no se queda,
nada deja y nunca regresa,
va hacia un mar muy lejano,
hacia el pie del Hado,
más lejos que los dioses.
Desenlacemos las manos,
que no vale la pena cansarnos.
Ya gocemos, ya no gocemos,
pasamos como el río.
Más vale que sepamos pasar
silenciosamente y sin desasosiegos.
Sin amores, ni odios, ni pasiones
que levanten la voz,
ni envidias que hagan a los ojos
moverse demasiado,
ni cuidados, porque si los tuviese
el río también correría,
y siempre acabaría en el mar.
Amémonos tranquilamente,
pensando que podríamos,
si quisiéramos,
cambiar besos y abrazos y caricias,
mas que más vale estar sentados
el uno junto al otro
oyendo correr al río y viéndolo.

Cojamos flores, cógelas tú y déjalas
en tu regazo, y que su perfume suavice
este momento en que sosegadamente
no creemos en nada,
paganos inocentes de la decadencia.
Por lo menos, si yo fuera sombra antes,
te acordarás de mí
sin que mi recuerdo te queme
o te hiera o te mueva,
porque nunca enlazamos las manos,
ni nos besamos
ni fuimos más que niños.
Y si antes que yo llevases el óbolo
al barquero sombrío,
no sufriré cuando de ti me acuerde,
a mi memoria has de ser suave
recordándote así, a la orilla del río,
pagana triste y con flores en el regazo.



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domingo, 25 de enero de 2015

Poema en veinte surcos. Julia de Burgos



Me sorprende no encontrar a la poeta puertoriqueña Julia de Burgos en ninguna de las enormes antologías que recopilan los mejores poemas en castellano de todos los tiempos. Siempre incluyen a pocas mujeres, es un hecho. En el siglo XX como mínimo nombran a Alfonsina Storni o Gabriela Mistral, pero nunca a Alejandra Pizarnick y resulta extraño que tampoco mencionen a quien probablemente (con su corta obra) sea una de las poetas más interesantes que hayan escrito en castellano (además con poemas tan bonitos y "antologables" como Río Grande de Loíza).

Yo la conocí gracias a escribir en este blog (con lo que ya ha merecido la pena) una entrada sobre Alfonsina Storni, precisamente. Me equivoqué y la ilustré con una foto de Julia de Burgos sugerida por Google (parece que hasta Google está empecinada en borrarla del mapa) y gracias a un comentario pude solucionar el error. Me sentí tan mal por haberla negado como San Pedro que busqué sus libros (que no son tan fáciles de encontrar) para conocerla. La sorpresa fue grande: se trata de una poeta cuya obra no entronca con la corriente castellana española (a veces tan egocéntrica y anecdótica) y se acerca sensiblemente (aunque no le dio tiempo de desarrollar su obra) a experiencias poéticas como las de Anne Sexton o Sylvia Plath.


El caso es que su obra es una cosa diferente al resto porque no parece que el castellano sea el idioma que defina su cosmovisión del mundo (o que su cosmovisión del mundo se adapte al castellano), aunque escriba en esta lengua nuestra como si tuviese que hacer una traducción simultánea de un idioma que no es lenguaje, sino consciencia.

De vida compleja y por momentos desarraigada (cultural y emocionalmente) la liberación femenina es un tema creciente en sus obra alentando la reivindicación feminista. Un ejemplo es su poema Yo misma fui mi ruta (Ya definido mi rumbo en el presente / me sentí brote de todos los suelos de la tierra / de los suelos sin historia / de los suelos sin porvenir / del suelo siempre suelo sin orillas / de todos los hombres y de todas las épocas) que invitaba a las mujeres puertorriquieñas de la generación de los años treinta, en plena lucha por sus derechos, a concienciarse de tres factores importantes: su potencial como mujer, el manejo de sus propias vidas y no sentirse inferiores.

Como casi todas las mujeres de las que he escrito en este blog, Julia de Burgos murió joven (no se suicidó) a los 39 años desplomándose repentinamente en una calle de Nueva York.  Quizás no le dio tiempo de hacerse un nombre en el mundo literario o quizás es otra cosa (como Alejandra Pizarnik) el motivo por el que no se la incluye en las antologías...



Yo misma fui mi ruta

Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies planos sobre la tierra promisoria
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas para alcanzar el beso
de los senderos nuevos.

A cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba mis espaldas el aleteo desesperado
de los troncos viejos.

Pero la rama estaba desprendida para siempre,
y a cada nuevo azote la mirada mía
se separaba más y más y más de los lejanos
horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando la expresión que le venía de adentro,
la expresión definida que asomaba un sentimiento
de liberación íntima;
un sentimiento que surgía
del equilibrio sostenido entre mi vida
y la verdad del beso de los senderos nuevos.

Ya definido mi rumbo en el presente,
me sentí brote de todos los suelos de la tierra,
de los suelos sin historia,
de los suelos sin porvenir,
del suelo siempre suelo sin orillas
de todos los hombres y de todas las épocas.

Y fui toda en mí como fue en mí la vida…

Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes;
cuando ya los heraldos me anunciaban
en el regio desfile de los troncos viejos,
se me torció el deseo de seguir a los hombres,
y el homenaje se quedó esperándome.



Momentos


Yo, fatalista, 

Mirando la vida llegándose y alejándose 

De mis semejantes. 

Yo, dentro de mí misma, 
Siempre en espera de algo 
Que no acierta mi mente. 

Yo, múltiple, 
Como en contradicción, 
Atada a un sentimiento sin orillas 
Que me une y me desune, 
Alternativamente, 
Al mundo. 

Yo, universal, 
Bebiéndome la vida 
En cada estrella desorbitada, 
En cada grito estéril, 
En cada sentimiento sin orillas. 

¿Y todo para qué? 
--Para seguir siendo la misma. 



Nada 


Como la vida es nada en tu filosofía,
brindemos por el cierto no ser de nuestros cuerpos.

Brindemos por la nada de tus sensuales labios
que son ceros sensuales en tus azules besos;
como todo azul, quimérica mentira
de los blandos océanos y de los blancos cielos.

Brindemos por la nada del material reclamo
que se hunde y se levanta en tu carnal deseo;
como todo lo carne, relámpago, chispazo,
en la verdad mentira sin fin del Universo.

Brindemos por la nada, bien nada de tu alma,
que corre su mentira en un potro sin freno;
como todo lo nada, buen nada, ni siquiera
se asoma de repente en un breve destello.

Brindemos por nosotros, por ellos, por ninguno;
por esta siempre nada de nuestros nunca cuerpos;
por todos, por los menos; por tantos y tan nada;
por esas sombras huecas de vivos que son muertos.

Si del no ser venimos y hacia el no ser marchamos,
nada entre nada y nada, cero entre cero y cero,
y si entre nada y nada no puede existir nada,
brindemos por el bello no ser de nuestros cuerpos.


Ay ay ay de la grifa negra

Ay ay ay, que soy grifa y pura negra;

grifería en mi pelo, cafrería en mis labios;

y mi chata nariz mozambiquea.


Negra de intacto tinte, lloro y río

la vibración de ser estatua negra;
de ser trozo de noche,
en que mis blancos dientes relampaguean;
y ser negro bejuco
que a lo negro se enreda
y comba el negro nido
en que el cuervo se acuesta.
Negro trozo de negro en que me esculpo,
ay ay ay, que mi estatua es toda negra.



Dícenme que mi abuelo fue el esclavo

por quien el amo dio treinta monedas.
Ay ay ay, que el esclavo fue mi abuelo
es mi pena, es mi pena.
Si hubiera sido el amo,
sería mi vergüenza;
que en los hombres, igual que en las naciones,
si el ser el siervo es no tener derechos,
el ser el amo es no tener conciencia.



Ay ay ay, los pecados del rey blanco

lávelos en perdón la reina negra.
Ay ay ay, que la raza se me fuga
y hacia la raza blanca zumba y vuela
hundirse en su agua clara;
tal vez si la blanca se ensombrará en la negra.



Ay ay ay, que mi negra raza huye

y con la blanca corre a ser trigueña;
¡a ser la del futuro,
fraternidad de América!



Río Grande de Loíza


¡Rio Grande de Loíza!... Alárgate en mi espíritu

y deja que mi alma se- pierda en- tus riachuelos

para buscar la fuente que te robó de niño
y en un ímpetu loco te devolvió al sendero.



Enróscate en mis labios y deja que te beba,

para sentirte mío por un breve momento,
y esconderte del mundo y en ti mismo esconderte,
y oír voces de asombro en la boca del viento.



Apéate un instante del lomo de la tierra,

y busca de mis ansias el íntimo secreto;
confúndete en el vuelo de mi ave fantasía,
y déjame una rosa de agua en mis ensueños.



¡Río Grande de Loíza!... Mi manantial, mi río,

desde que alzome al mundo el pétalo materno;
contigo se bajaron desde las rudas cuestas,
a buscar nuevos surcos, mis pálidos anhelos;
y mi niñez fue toda un poema en el río,
y un río en el poema de mis primeros sueños.



Llegó la adolescencia. Me sorprendió la vida

prendida en lo más ancho de tu viajar eterno;
y fui tuya mil veces, y en un bello romance
me despertaste el alma y me besaste el cuerpo.



¿A dónde te llevaste las aguas que bañaron

mis formas, en espiga de sol recién abierto?


¡Quién sabe en qué remoto país mediterráneo

algún fauno en la playa me estará poseyendo!


¡Quién sabe en qué aguacero de qué tierra lejana

me estaré derramando para abrir surcos nuevos;
o si acaso, cansada de morder corazones,
me estaré congelando en cristales de hielo!



¡Río Grande de Loíza!... Azul. Moreno. Rojo.

Espejo azul, caído pedazo azul de cielo;
desnuda carne blanca que se te vuelve negra
cada vez que la noche se te mete en el lecho;
roja franja de sangre, cuando bajo la lluvia
a torrentes su barro te vomitan los cerros.



Río hombre, pero hombre con pureza de río,

porque das tu azul alma cuando das tu azul beso.


Muy señor río mío. Río hombre. Unico hombre

que ha besado mi alma al besar en mi cuerpo.


¡Río Grande de Loíza!... Río grande. Llanto grande.

El más grande de todos nuestros llantos isleños,
si no fuera más grande el que de mí se sale
por los ojos del alma para mi esclavo pueblo.







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domingo, 18 de enero de 2015

Poemas 1934-1952. Dylan Thomas



Al escucharle recitar, los poemas de Dylan Thomas adquieren una nueva dimensión porque suenan como himnos o salmos religiosos (la oración como poema) y su voz parece la de un sabio. Es un dato histórico que Robert Zimmerman se transformó en Bob Dylan gracias a este poeta de vida excesiva y caótica que anunciaba la libertad y el misticismo americano que luego reclamarían los beats.

Dicen que a los cuatro años era capaz de recitar Ricardo II de Shakespeare de memoria, lo que explicaría su sentido rítmico virtuoso y su profunda y dramática (teatral) visión poética, porque hay algo de shakesperiano en su obra, pero también de esotérico y religioso, al menos en lo que el esoterismo y la religión tienen de simbólico: es decir, la comunión con el entorno, la comprensión del mundo que nos rodea a través del rito y de la imagen: la metáfora, que es el modo autenticamente poético.


La simbología celta o bíblica para hablar del ser humano en la naturaleza, pero además, un ritmo y un verbo musicales que conducen los poemas hacia la idea de exuberancia. Dicho por el mismo Dylan Thomas: "la poesía debe ser tan orgiástica como la cópula, divisoria y unificadora, personal pero no provocativa, propagando al individuo en la masa y a la masa en el individuo".

Dylan Thomas es el ejemplo de artista autodestructivo que contrasta con el contenido trascendental de su obra. Sirva para explicarlo el relato de su muerte, que por cierto no está claro del todo: una joven cuenta que un hombre borracho se le acercó y le habló sobre la pérdida de su primer amor, le regaló un libro antes de tirarse a las vías del tren, parece que acababa de enterarse de la muerte de su primera amada de juventud, Rose Souther y de su hija. La intencionalidad de su muerte es incierta, también el relato de su antiguo amor, pero dicen que sus últimas palabras fueron:

He bebido 15 vasos de whisky, creo que es todo un record. 

Hay una cosa que me gusta mucho de este libro y aunque suene un poco tonto lo disfruto de vez en cuando: el índice. Leer los primeros versos que titulan los poemas de Dylan Thomas, en orden, deja claro que el poeta entendía el poema como una construcción en el que el verso es el ladrillo y las imágenes van acumulándose sobre la base, los cimientos, que se asientan en el primer verso. Un primer verso fallido haría temblar el poema, pero no es el caso de Dylan Thomas, claro:

La fuerza que por el verde tallo impulsa la flor...

Antes de que llamara...

En un principio...

La luz penetra donde no brilla el sol...

La mano que firmó el papel...

Y la muerte no tendrá señorío...

La losa decía cuando ella murió...

La conversación de los rezos...

Poema en octubre...

No entres docilmente en la noche callada...

Cuento de invierno...

Había un salvador...

Desposorio de una virgen...

En mi oficio u hosco arte...

Visión y oración...

El alcor de los helechos...

En el muslo del gigante blanco...





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domingo, 11 de enero de 2015

En Grand Central Station me senté y lloré. Elizabeth Smart



Puede ocurrir que al poeta la poesía se le quede pequeña. Es decir, que la forma métrica y rítmica, que sus cláusulas, el verso, no le permitan expresar completa y libremente la parte emocional de su poesía que se compone no sobre el papel, sino en la conciencia.

Entonces, lo natural es que el poeta busque otro género, otro lenguaje (la prosa) para desarrollar su trabajo y en este proceso el poeta se encuentra con la novela. Pero es solo una asimilación formal, en esencia continua siendo poesía (pero también novela). La trama y la tensión narrativa se difuminan en la imagen simbólica de la poesía y los tiempos crecen: el capítulo es el periodo, los párrafos versos y el contenido digamos poético puede dividirse y centrarse en diferentes impresiones que solamente en conjunto crearan la gran imagen del poema.

Dicho esto, En Gran Central Station... se describe a veces como una novela autobiográfica en la que la autora "narra" su pasión por un hombre casado (el poeta George Baker) del que se enamoró (antes de conocerlo) al leer uno de sus libros y del que llegó a tener varios hijos. Pero en este libro, pensado como un poema, Elizabeth Smart no "cuenta" ninguna historia ni hay ninguna acción narrativa.



El proceso es diferente:

Elizabeth Smart descubre una "verdad interior", entendiéndolo como una percepción totalmente consciente que no puede ser explicada a través del lengua, y esta percepción interna está asociada a una emoción que a su vez está relacionada con muchas otras emociones que derivan de sus rutinas y de su experiencia y al mismo tiempo, modifica sus deseos y sus esperanzas de futuro.

Después de esto, independientemente de cuál haya sido el desencadenante (su historia de amor con George Baker), Elizabeth Smart intenta expresarlo, o más bien transcribirlo, pero al hacerlo se da cuenta de que no puede, la única posibilidad es la escritura automática, describir todas las impresiones cercanas a esa verdad interior para conseguir comprenderla de algún modo... La literatura como forma de autoconocimeinto...

El resultado es una novela si se quiere llamar así (o un poema) de una belleza a veces díficil pero de una intensidad constante y extrema. Alucinante. 

(...)

Juego a hacer carreras con el desastre por la Tercera Avenida. El desastre espejea en las aguas del río Hudson. Cuando me atrevo a mirar hacia arriba buscando un signo que me reconforte, inexorables neones resplandecen.
No, nadie se compadecerá de ti en esta ciudad donde el fracaso es sinónimo de vergüenza, y las lágrimas anacronismos, algo que ya no se lleva, ni siquiera en los cines. 
"Mira, guapa, todos tenemos problemas. Anímate, mujer, no hay que tomarse las cosas tan a pecho."
Si en un momento como este consigues sonreír, podrías llegar a ser una estrella de la publicidad. Ahí es nada. Tiene agallas, la chiquita esa. Ahí donde la ves, con ese desparpajo, tiene detrás una tragedia que si yo te contara... Hace muchos años tenía sentimientos, lloraba y todo, te lo aseguro. Sí, era un ser humano como tú y como yo, claro que de eso hace muchos años. ¿Pero ves a dónde se puede llegar? Está ganando quince mil dólares al año, como quien no quiere la cosa. 

(...)

La hierba está ya verde en el campo. Mi imaginación se aferra a esa realidad como a una bolsa de agua caliente, y se aturde con ella, y la usa como una droga para librar mi corazón de todo lo que lo agita. Mi futuro está ya allí plantado, y mi esperanza se prepara a florecer a la vez que los cerezos. 
Mi amante merodea en torno al asesinato. No puedo llamarle. No puedo decir: mátala de una vez, y tampoco puedo decir: resucítala y quédate con ella para siempre -la única alternativa-.
No está aquí. Se ha ido, del todo. No hay nada más que el globo hinchado. Nada, excepto el brazalete que él puso en mi muñeca, me recuerda que alguna vez estuve viva. Mis ojos apagados, mis días vacantes, sólo demuestran que estoy muerta, no dicen por qué, ni hablan de su existencia. 

Contemplo vagamente los instrumentos del amor, y con frío asombro pregunto: ¿De veras se estremeció el planeta cuando él acercó la mano? El pecho al que antaño él prendía fuego desde lejos yace ahora más frío, menos inflamable que el Everest.
Mi estado presente está lejos del deseo porque lo dejó atrás. Es el estado en que lo insoportable se eclipsa: un estado de coma. Y estoy hasta tal punto sumergida en esta amnesia, en ese purgatorio, que he perdido la fe en el renacimiento: en el fondo no creo en el regreso de la primavera, en el amor, en nuestra bocas unidas.
¿Ocurrió alguna vez? ¿De verdad estuvimos tan juntos, como corrientes que se atraen con tanta fuerza, que terminan por fluir en una sola?
Si conservara la lucidez necesaria para recordar que mi apatía presente procede en línea recta de un amor excesivamente intenso, todo quedaría al servicio del amor, ni suele tampoco acompañar los estados de coma. 
Estoy flotando a la deriva. Sin cabeza. peligrosamente deshabitada.
A veces atisbo un despertar; pero la pesadilla de comprender-demasiado-tarde me estalla como un volcán, esparciendo una niebla todavía más densa. Como un loco que mira con ojos de soslayo, pegados con cola a una cuenta de vidrio, veo ese cerezo y la hierba verde, y procuro enfocarlo, y todo lo encauzo en esa dirección. Con la meticulosidad propia de los locos, terminaré por conseguirlo... 







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miércoles, 7 de enero de 2015

Poesía Completa. Guillermo de Aquitania



Es sabido que el concepto de Amor más usual en occidente surge de la confluencia de la cultura grecolatina y la judeocristiana: es decir la filosofía idealística de Platón y de la revisión católica de San Agustín y, sobre todo, Santo Tomas. Esta ideología predominante en la alta Edad Media mezclada a su vez con el erotismo y el deseo carnal dieron como resultado 'el amor cortés', casi un juego de normas y protocolos en el que el caballero escogía una dama de la corte (que representaba el ideal) y cantaba simbólicamente sus alabanzas y sus progresos desde el grado Fenhedor, en el que el enamorado no osa dirigirse a su amada por considerarse indigno y se limita la contemplación, el suspiro, a la espera de aprobación; el grado Pregador, en el que declara su amor; Entendedor o amigo, si la dama le acepta y el grado Drutz (el menos frecuente) si la dama le permite "dormir" bajo sus sábanas.

Lo cierto es que este ideal del amor desarrollado en provenza es el que aún se mantiene y se potencia en la narrativa y la ficción romántica actual, incluso en lo que se 'entiende' normalmente por 'amor'.

Lo curioso del caso es que su primer y máximo representante, el conde duque Guillermo de Aquitania (no el primer trovador), se dedica a destrozar los mitos, darle la vuelta, romperlos y reñirse de ellos...

Referente absoluto de las vanguardias del siglo XX, es quizás Guillermo de Aquitania el poeta más misterioso y ambiguo de la cultura occidental: desconocemos lo que sabía, pero siempre da a entender que sabe más de lo que dice, valga como ejemplo su célebre canción cuarta:


Haré un poema de la pura nada.
No tratará de mí ni de otra gente.
No celebrará amor ni juventud 
ni cosa alguna,
sino que fue compuesto durmiendo 
sobre un caballo.

De primeras niega todo el contenido de la lírica cortés, la juventud, el amor y la expresión de sentimientos (teniendo en cuenta que las emociones expresadas en esta escuela poética no eran reales sino "lo que se esperaba que debían sentir") y de segundas abre la puerta la puerta al subconsciente y al mundo de lo onírico que ocho siglos más tarde explorarán los surrealistas. "Fue compuesto durmiendo sobre un caballo" una enigmática frase con la que nos lo imaginamos regresando de la guerra, pero con la que desprecia totalmente el objeto de la lírica cortesana: no parece importarle mucho el objeto de su obra... Después continúa:

No sé en qué hora nací,
no estoy alegre ni estoy triste,
no soy huraño ni sociable,
y no puedo hacer otra cosa, 
que de este modo fui de noche hadado
en una alta montaña. 

Aparte de la mención a un nacimiento por brujería y a un pacto con el demonio (solamente las brujas parían de noche en la montaña) hay que ponerse en la mentalidad astrológica medieval para entender que quien no sabía la hora en que nació no tenía una carta astral, por lo tanto debía afrontar el futuro solo, estaba perdido en el tiempo, por decirlo de algún modo. Y no solo eso, ¿no recuerda su indefinición emocional (no estoy alegre ni estoy triste, no soy huraño ni sociable) a estos versos de Lao Tse: Todo el mundo está alegre y sonriente, como si festejaran el sacrificio de un buey, como si subieran al Pabellón de la Primavera; tan sólo yo permanezco tranquilo e impasible, como un recién nacido que todavía no ha sonreído. Sólo yo estoy desamparado, como quien no tiene hogar al que volver. Todo el mundo vive en la abundancia: sólo yo parezco no poseer nada. ¡qué loco soy!?

Y de nuevo, la ambigüedad racional y el desprecio a los valores cortesanos y al ideal del amor:

No sé cuando estoy dormido
ni cuándo velo, si no me lo dicen.
Por poco se me parte el corazón
de un punzante dolor;
pero no doy a cambio el precio de una hormiga,
¡por San Marcial!

Y más bromas sobre el tópico del amor como enfermedad:

Enfermo estoy y temo morir,
y de ello no sé más que lo que oigo decir, (buenísimo este verso, por cierto)
médico buscaré a mi voluntad,
y no sé de uno así.
Buen médico será si consigue curarme,
pero no si empeoro.



Y ahora empieza claramente la burla sobre los tópicos amorosos corteses, concretamente sobre la inmovilidad a la que se somete a la mujer en este tipo de lírica (presente en nuestros días), que representa solamente un símbolo del ideal:

Amiga tengo, no sé quién es,
pues nunca la vi, por mi fe.
Nada ha hecho que me agrade o me disguste,
y no me importa en absoluto,
que nunca hubo normando ni francés 
en mi casa.

Nunca la he visto y mucho la amo,
jamás obtuve de ella favor ni disfavor;
cuando no  la veo, hago caso omiso:
no doy a cambio un gallo.
Que sé de una más gentil y hermosa,
y que vale más.

No sé en qué lugar habita,
si es en montaña o si es en llano;
no me atrevo a decir la sinrazón que me hace,
prefiero callar;
y mucho me pesa que ella se quede aquí:
por eso me voy.

Y para terminar, el paradójico envío a "aquel que por medio de otro lo hará llegar a Poitou..." alguien que comprenderá el poema y le mostrará la contraclave, símbolo de haber entendido el mensaje secreto que nosotros no podemos entender. 

Mi poema está hecho, no sé sobre qué.
Me propongo enviarlo a aquel 
que, por medio de otro, lo enviará
a Poitou, de mi parte;
y le ruego que de su estuche me haga llegar
la contraclave. 

Pocos datos comprobables quedan sobre la biografía de Guillermo IX duque de Aquitania y VII conde de Poitiers... fue cruzado en Jerusalén y si brutal fue su actuación como señor feudal, sobre su carácter nos llegan noticias que lo describían como jugador, festivo, burlón, cínico, mujeriego: "fue éste audaz y valeroso, sobremanera alegre, superando incluso por sus muchos donaires a los juglares más graciosos", "pero en nada se conformó al nombre cristiano; sin duda fue violento amador de mujeres; por ello fue inconstante en todas sus empresas" o" Guillermo, duque de los aquitanos, enemigo de todo pudor y santidad".



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