sábado, 3 de mayo de 2014

Kafka. Pietro Citati



Si este libro fuera una novela sobre un escritor imaginado, Pietro Cicati, sería (es) uno de los mejores escritores que he leído jamás. Pero el texto es una biografía, precisamente sobre Franz Kafka, y por lo tanto es una gran mentira, que es verdad en cuanto a literatura, pero una negación positiva de todo lo que no se cuenta. Además supone un riesgo insorteable: el peligro de quien describe a alguien con una frase, con una motivación sicológica, más o menos profunda, más o menos bien construida, que no siendo una verdad completa (o ni siquiera verdad a secas) se transforma en algo dicho, en algo nombrado y, por lo tanto, en algo que a partir de ahora será verdad.

Y digo que no puede ser cierto lo que se cuenta en esta biografía, porque de serlo, solamente podría haberlo escrito Kafka escribiendo sobre sí mismo en tercera persona. Por mi parte, antes de leer este libro, no conocía a Cicate, quién ahora me parece el escritor más misterioso que he conocido nunca, iniciado en algún misterio esotérico, alguien que sabe más de lo que dice y cuya cosmovisión roza lo trascendental.

Al mismo tiempo de ser mentira, este libro es verdad "en cuanto a literatura", como si Citati hablase de sí mismo escondiéndose en los datos biográficos que se conocen de Kafka. Aunque nunca podremos saber cuándo habla de él y cuándo sobre el escritor judío. Con esto, es un libro es hermoso. Lleno de ternura y compresión: nos presenta a un Franz Kafka real como un hermano. Una figura que va más allá de lo que se le supone al leerle, más allá de lo que dicen de él, completa como una estatua restaurada con carne humana, con trozos de vida: la vida íntima de Citati que nunca conoceremos. No así la de Kafka, algo que huele a traición... a traición entre escritores.

En la imagen, Citati, alguien que sabe más de lo que dice. 
Lo que era enigma y misterio, Citati lo desvelea. Pero dulcemente. Nunca se llegó al corazón desolado de Kafka de una manera tan suave. Como si Kafka a pesar de deshacerse de su cuerpo físico hace ya casi un siglo, siguiera encerrado en su propio desconcierto. Es hermoso este libro (no me cansaré de decirlo) por haber sido escrito por una persona que pone el corazón en su literatura y también por tratar sobre Kafka, quien aparte de ser el creador de los mitos existenciales del mundo contemporáneo, es ya, por sí mismo, un mito. Un símbolo que nos despierta y cuya vida se transforma en lo que todos hemos querido que sea: para resarcirnos, para tener un chivo expiatorio a la altura del gran problema que se nos viene encima.

Pero convirtiéndole en mito, a Kafka se le niega. Se le desacredita. Se le priva de lo más importante: el hecho de que Franz fue un hombre en el mundo, que en un momento preciso de la historia universal, Kafka era un ser humano vivo, un ciudadano anónimo, exhausto. (¿Cuántos Kafkas puede haber hoy día?) Y a pesar de todo, en su literatura late un impulso más fuerte que el de muchos de nuestros contemporáneos.

Esta biografía le humaniza (con dulzura y comprensión), pero es mentira. Citati reconstruye un personaje con apariencia de ser humano. Un homúnculo a quién casi podrías abrazar fraternalmente. Por eso Citati es un misterioso escritor que conoce la alquimia literaria que convierte el arte en algo más real que la realidad.

Aún así, esta biografía, no os engañéis, no puede ser cierta, pero sí, entonces, verdad.

Aquí, un triste párrafo sobre los "amores" de Kafka y Milena:

Así, en esa hora imprecisa -él casi desvanecido, ella afectuosa y segura- empezaron los cuatro días y medio de Franz Kafka en Viena: los únicos de intimidad con Milena. No sabemos mucho de ellos: pasaron muchas horas en los bosques alrededor de Viena, estuvieron en un jardín público debajo de una estatua de Grillparzr, fueron a una papelería, el vio la casa y el cuarto de ella, donde triunfaba un pesadillesco armario; y el domingo por la mañana, el día de la partida, ella llevaba un vestido "locamente hermoso". Tenemos dos versiones: la positiva y vitalista de Milena y la más perpleja de Kafka. Algunos meses después Milena le escribía a Max Brod: "cuando sentía esa angustia, me miraba a los ojos, esperábamos un momento como si no lográramos respirar o si nos dolieran los pies, y poco después todo pasaba. No había necesidad de ningún esfuerzo, todo era simple y claro, le arrastré por las colinas cercanas a Viena, le precedía corriendo mientras él caminaba lentamente siguiendo mis pasos, y si cierro los ojos todavía veo su camisa blanca con el cuello quemado por el sol y le veo fatigarse. Caminó todo el día,arriba, abajo, expuesto al sol, no tosió ni una vez, comió tanto como para dar miedo y durmió como una piedra, estaba simplemente sano y en esos días su enfermedad nos parecía algo así como un pequeño enfriamiento". Kafka distinguía los días: "el primero fue el incierto, el segundo demasiado cierto, el tercero contrito, el cuarto fue el bueno"; y al año siguiente, al escribirle a Brod, dice que "felicidad fueron solamente los fragmentos de cuatro días arrancados a la noche". El domingo por la mañana, a las siete, Kafka partió para Praga: Milena le acompañó a la estación. "¡Que bella estabas en ese momento! ¿O tal vez no eras tú? Sería muy extraño que te hibieras levantado tan temprano. Pero si no eras tú, ¿cómo lo supiste con tanta antelación?...






.....................

Aquí un poco de publicidad si me permitís.



isolagnosis.blogspot.com.es

www.facebook.com/isolagnosis






No hay comentarios:

Publicar un comentario